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martes, 18 de mayo de 2010

STAR WARS, La Antigua Trilogía

ESOS PEDAZOS DE PLÁSTICO ESTELAR.

Volví a ver la antigua trilogía de la Star Wars el otro día, ésta vez con mis primos, que tienen 15 y 17 años y no las habían visto nunca. Las volví a disfrutar cómo cuando tenía doce años y las veía una y otra vez en unos VHS grabados de la televisión que comenzaban, en vez de las letras clásicas, con una en español con algunas imágenes tomadas prácticamente al azar de la película.

Entonces no podía racionalizar mucho lo que me provocaba ver estas películas, sólo sabía que no había nada así de genial en todo el mundo: Naves que surcaban el espacio a velocidades vertiginosas, con turbinas que parecían destellos de luces como pequeños soles, cantinas en mundos distantes llenas de extrañas criaturas y tipos rudos con pistolas blasters listos a desenfundar en un instante, un joven destinado a creer en la magia, y a confrontarse a un padre que resulta ser el villano más memorable de la historia del cine.
Star Wars lo tenía todo, era tan grande como fascinante. Cada criatura, cada nave herrumbrosa y cada rincón de un puerto espacial parecían tener su propia historia y abrirte un universo que iba más aya de lo que veíamos en pantalla. Era algo global, desde Tokio hasta Santiago de Chile todos sabían lo que significaba "que la fuerza te acompañe".

Los mitos han fascinado al hombre desde la antigüedad clásica. En la época de los antiguos griegos, con la Odisea de Homero por ejemplo, todos conocían a Ulises y sus trágicas aventuras, donde siempre lograba salir airoso gracias a su ingenio. Expresaba la lucha del hombre contra los dioses, es decir, contra las fuerzas del destino. Los mitos le otorgaban un relato de ficción a las creencias religiosas de los hombres. También eran una representación de los temores, angustias y anhelos, a veces inconscientes, de la sociedad.

Star Wars es un gran mito moderno. Porque cuando Luke tiene que responder a la gran pregunta de si creerá o no en la Fuerza, en el clímax de Una Nueva Esperanza, decide creer, decide creer que hay alguna fuerza más grande que nosotros mismos a través de la cual podemos trascender nuestra propia existencia.

George Lucas tomó la naturaleza de los mitos, la religión, los rudos westerns norteamericanos y los míticos samuráis de oriente y le dio a todo una conexión, porque ahí reside la creatividad.

Hoy en día nos reímos de la famosa frase de Darth Vader en El Imperio Coontraataca: "I am your father", pero esa frase también es fundamental en el éxito y trascendencia que tuvieron éstas películas. La lucha de Luke por vengar a su padre se convierte en una lucha, más que nunca, contra sus propios miedos y demonios internos. Ésta lucha culmina en el inolvidable clímax de Return of the Jedi, donde Luke otra vez decide creer, creer que es capaz de despertar la bondad dentro de su padre, consumido por el odio. Luke está siendo calcinado en vida por los poderes del emperador y entonces ese momento inolvidable donde Darth Vader observa a su hijo suplicándole por ayuda, y contemplamos esa máscara inexpresiva de un hombre que ha perdido sus emociones, hasta que, Vader decide alzar al emperador por los aires e inmolarse, calcinarse junto con él y al mal que también residía dentro suyo.

Claro que las películas no son perfectas, jamás alegaré eso, están llenas de diálogos que intentan ser graciosos, escenas lentas, malas actuaciones y puntos flojos del guión. Pero aún así, la antigua trilogía, con esas maquetas de plástico surcando el cielo cómo estrellas fugaces, con la dedicación que cada uno de sus técnicos pusieron en cada uno de esos monstruos de látex, y con su desbordarte expresividad, que alude a que el hombre necesita creer en los sueños y en algo más grande que la vida misma, considero que es uno de los mitos modernos más grandes y mejores logrados de la historia del cine.

Por Alejandro.

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